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Una vida en las melodías del Handpan

(Perfil)

Autor: Camila Granados

David González Castro es un músico de 30 años que se dedica a tocar y a construir el instrumento Handpan. Su título universitario lo define como ingeniero industrial, pero por amor a la música ahora es un artista que crea sus propias melodías.


David es una analogía del instrumento que se dedica a tocar. Es espiritual pero pragmático. Armonioso, pero con una lógica interna. Se deja llevar, pero mide cada nota de su vida al compás de una melodía casi perfecta. El amor por la música fue creciendo. Él no cree que sea proveniente de su familia, ya que en ella existe una larga tradición militar. No entiende cómo un artista pudo provenir de una familia como la suya. Su talento le ganó a esa tradición. El pasar de su vida se ha dividido en una escala cromática: un modo musical constituido por una sucesión de doce sonidos, armonías o notas diferentes, dentro de una octava. En el caso de la vida de David, momentos.


Su primera nota se marca en su época de colegio. Aprendió a tocar la batería y desde séptimo año fue el baterista de la banda de la institución. Siempre le ha gustado la percusión. A través de los años, ha tenido mucha afinidad por varios géneros musicales. David tiene el pelo largo, negro. Del mismo color que su barba. Es alto y delgado, siempre tiene una sonrisa en el rostro. Sus ojos transmiten calma y paz. Su nariz es grande a comparación de sus ojos. Las cejas anchas y despelucadas generan una sensación de tranquilidad, como si estuviese recién levantado. Tiene buen semblante; transmite una energía similar a la música que se ha dedicado a crear.


El segundo sonido de la vida de David sonó cuando él tenía 20 años. Muy amante de la música. Con algunos amigos decidieron formar una banda de power metal, tuvo sus buenos seguidores. Para él en su momento fue algo genial y hermoso. Pero a esa edad él no sentía que estuviese enfocado, veía las cosas muy sencillas (aunque, según él, las cosas se le han dado muy fáciles y en verdad se siente muy afortunado en la vida. Por lo que está haciendo y por muchas otras cosas) si se visualizaba haciendo algo con la música a futuro, pero no tenía claro qué. Ahorita, él está muy enfocado, tiene claro lo qué quiere y cómo lo va a realizar. Siempre con paciencia.


A los 20 hacía cosas que no haría en este momento. A esa edad atentaba mucho contra su cuerpo, pero ahora piensa en qué hace y cómo lo hace. Porque él dice que “si uno no ama a su cuerpo, como pretende que alguien más lo haga, cómo se puede amar a alguien más o a algo”. David es ahora como se visualizaba los 20, pero a esa edad no tenía idea de cómo lo iba a hacer.

Tercera armonía:

estudió ingeniería industrial en la Universidad Nacional y le faltaron pocas materias para graduarse de ingeniería civil. Pero David no se define cómo lo que estudió. Él es un músico. Aun así, aprecia bastante la carrera que hizo. Fue una etapa muy bonita en su vida, pudo hacer algo de dinero. Y no lo descarta del todo. De hecho, conectado con este nuevo mundo espiritual, que le enseñó el handpan, sueña con edificar su casa algún día. Esa parte le sirvió como colchón financiero para poder dedicarse en este momento a la construcción del instrumento. Considera que sin sus conocimientos en ingeniería le hubiese sido muy difícil poder empezar a construir los diferentes handpans que tiene para la venta.


Su cuarta nota, seria para David la más importante de su vida. Él lleva dos años tocando el instrumento. Había visto el handpan por internet hace seis años y siempre había querido tener uno. Fue amor a primera vista. Pero la oportunidad simplemente no se había dado. Él siente que puede dejar su alma, su estado de ánimo y cómo se siente en los sonidos que está haciendo. El instrumento tuvo un poder especial en él. Desde que lo vio, su sonido lo cautivo. También, pudo notar cómo las sensaciones de los individuos cambian cuando el instrumento empieza a sonar. Las personas abren su corazón a los mágicos sonidos que produce.

El handpan es un instrumento formado por dos caparazones unidos, que desde lejos parecen ser de tortuga. Es metálico. Tiene varios hundimientos en su lado convexo, son ovalados con un círculo en el centro, representando una nota musical. La parte de abajo es lisa. En su punta superior hay un ovalo, que a diferencia del resto, sobresale de la estructura.

Para tocar el instrumento David ubica el handpan entre sus piernas, que se encuentran un poco separadas para darle estabilidad. Si utiliza otro handpan, lo soporta con un elemento metálico, parecido al trípode de una cámara. El instrumento se toca con las manos. Con las yemas de los dedos. Dependiendo del golpe qué se dé a cada una de las notas y de qué tan largo sea, se generan distintas armonías a la vez. Su conocimiento por el handpan ha sido muy empírico, le sirvió mucho tocar la batería. Pero le atribuye gran parte a internet, a YouTube. También,

“uno puede aprender mucho de las personas que ya llevan un buen tiempo tocando”.

En su quinta armonía se dio cuenta de que, para él, un público grande o significativo no es importante. Solo le interesa hacer felices a las personas que deseen escuchar su música. Esto sucedió cuando visitó una eco-aldea en Cachipa, allá, dice él, las personas son muy espirituales. Respetan mucho la naturaleza y lo que esta les ha brindado. Durante las noches se reunían alrededor del fuego. Compartían experiencias, lo que se había hecho durante el día, mientras él tocaba el handpan. “Se generó un espacio muy bonito, había un aura espiritual”, él lo dejo todo en ese espacio, y fue lo único que realmente le interesó.

Su sexta nota, fue hace dos años. Un viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta. Al llegar a donde una familia Kogui, pudo notar cómo funciona la vida sin nada de lo que nosotros conocemos, “para muchos seria miseria, pero realmente ellos lo tienen todo”.

Eso lo hizo apreciar mucho lo que la naturaleza puede brindar, a despegarse un poco de este mundo lleno de información y tecnología. Pudo ver como los momentos son mágicos. Alrededor del fuego, tocando su música. Llenar su alma de conocimientos tan puros como el agua que tomó. Los escenarios en los que ha tocado, como el anterior, es lo que lo hacen crear música. Junto a la naturaleza, el alma de las personas y la humildad.

La sexta armonía lo llevo a la séptima: Entender la importancia de la familia. No solo de la suya, sino la que se construye a través de la música y de los vínculos que se crean con el público. Él toca, usualmente, en las calles de Bogotá y en eventos familiares. Su preferencia siempre han sido los públicos pequeños, y más cuando se trata de una familia. “Esa oportunidad no es fácil de conseguir, no es fácil que un persona te abra las puertas de su casa, su intimidad, su corazón… es bonito llegar con un instrumento y que una familia esté dispuesta a dejar entrar los sonidos”.


Su octava escala: lo que él instrumento le ha enseñado. Él más que nadie conoce el poder del instrumento. Hace ocho meses tuvo una pérdida muy fuerte. El instrumento aportó mucho para poderse recuperarse del luto. Él, llegaba, tocaba (en el estudio en el cual puede pasar hasta tres horas) y de manera espiritual podía dejar todos sus sentimientos ahí. Sentía un respiro de las cosas que le estaban pasado. Por eso, le tiene tanto respeto al handpan y a la música, es algo que le da paz y tranquilidad. Y con sus acciones busca agradecer.

El handpan lo ha trasladado a un estilo de vida distinto, ahora practica yoga, también ha conocido personas vinculadas a un mundo más espiritual.

Pero él es una persona pragmática. Le gusta tener las cosas en orden, que funcionen de la manera que desea. Las cosas con su familia se dan de la misma manera. Su mamá y su hermana lo han apoyado en cada decisión que ha tomado, su padre ha sido más reservado en el asunto. Ya que en su familia hay abogados, policías, contadores, no hay músicos y casi nadie es artista, a excepción de una prima. Pero aun así, ha estado ahí.


En su novena armonía, su público cambio. El desfile de Bettina Spitz realizado en el Bogotá Fashion Week es hasta ahora el primer evento nacional en el que participa. Al empezar, él está vestido todo de negro, y en comparación con los asistentes del desfile, él es el único que parece no importarle cómo se ve o qué ropa trae. Él solo está ahí para compartir los sonidos mágicos que reproduce su instrumento. Pero aun, sabiendo que es un público difícil, está tranquilo.


Las luces le pegan en la cara. Está al frente de la escenografía de un árbol nativo de Bogotá, iluminado de morado, rojo y azul. Trata de mirar a los ojos a la mayor cantidad de personas. Tiene una postura erguida. Su cuerpo está dispuesto para empezar a tocar… el sonido de un río acompaña los múltiples tonos que reproduce el handpan. Algunas armonías que dicen en tono largo:

tararan…nnn tarara…nnn. Junto a fuertes golpes secos: tum tum tum tum. En el fondo se escucha un taaaaaaaa sostenido. Pequeños y cortos: tintintintin. Y varios sonidos que se combinan: tutun tutun, turun turun, papapa, tutututu.

En una armonía perfecta. Que traslada a las personas que asistieron al evento a otro sitio. A un lugar natural, mágico, espiritual.


La décima nota de David han sido los viajes. Que para él, son la inspiración de toda una vida. No solo para la música sino para todo. “Es algo que te abre el mundo, las puertas culturales y espirituales. En la medida que una persona pueda generar esos espacios, en los cuales la gente te abra el corazón, muestra una cara que no se ve en ningún lado. La humildad y el amor por el otro. Que las personas te abran el corazón en diferentes espacios te abre el alma, te cambia el semblante, te muestra que aún queda gente buena en el mundo y eso es algo muy bonito. El handpan ayuda a abrir el corazón de las personas, pero es la disposición y la humildad que hacen que la gente se abra hacia ti. Yo solo busco con el handpan devolverles el respeto y el amor que me han dado. Eso es como alimento para el alma”.


Uno de sus sueños, su onceavo sonido. Él quiere devolverle algo a las personas que le han llenado el alma: quiere hacer cinco handpans con escala cromática y subir a la Sierra Nevada de Santa Marta. Para entregarlos a las diferentes comunidades con el fin de unirlas. Logrando que tengan una armonía mágica que los reúna, un regalo del alma para las almas más puras que conoce.


En la vida de David su doceava armonía: el futuro. Él quiere seguir martillando mucho en los handpans que construye. Seguir dictando clases. Relacionarse con otros músicos que utilizan el instrumento. “Hoy en día no es tan difícil como hace 10 años conseguir un handpan, entonces las personas se han interesado más por el instrumento”.

Por lo que él le ve buena cara a la música que se dedica a crear. Y, finalmente, seguir viajando, ya que “es la manera más efectiva y natural para poder adquirir conocimiento”.

 
Así suena el Handpan


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