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La odisea más grande en el desierto

Actualizado: 25 oct 2018

(Crónica)

Autor: Juan Carlos Hernández

La espera lo valió. El pasado 13 de octubre cerca de 7.000 personas se congregaron en el desierto de la Tatacoa, en el Huila, impulsados por el deseo insaciable de los mejores ritmos del techno y el house.


Han pasado ya casi dos semanas y mi cabeza sigue pensado en los cactus, la tierra y el calor. La cuarta edición del Festival Tatacoa, la segunda desde que los promotores de Baum se unieron al colectivo Neiva Underground, demostró que este evento se está posicionando como uno de los mejores del país, y poco a poco, de América Latina y el mundo entero. Por cerca de 20 horas continuas, 7 djs internacionales y 19 representantes de la nómina nacional pusieron a bailar bajo el sol, la luna y las estrellas a los ravers más osados del país.

La magia del festival cautivó desde su entrada, de hecho, desde el mismo momento en el que el viaje se emprendió.

El solo hecho de estar a más de 288 kms de la capital colombiana, en el interior del provocador y estéril desierto de la Tatacoa, ya le daba un hechizo que nos sacaba de lo cotidiano, del típico estilo de vida citadino. El fuerte calor no fue un impedimento para que los asistentes llegaran temprano. El irradiante sol y el sudor bajando de la frente no fueron motivo suficiente para que se disfrutara de cada artista. Como un oasis en medio del desierto, cada sonido fue como un elixir, una energía cósmica que nos motivaba a no parar de mover el cuerpo.

(Fotografía: Festival Tatacoa)


Todo fue como un sueño vívido. Las luces, la locación, los visuales y, sobre todo, la música nos transportaron a un estado de fascinación y de placer que parecía venir de otro universo. La tarde se animó con parte del talento nacional. Artistas como Mao Loading, Ur Brave, Stav y Dany F calentaron los motores cuando seguían vivos los rayos del sol. A medida que el atardecer deslumbraba un aire de frescura se apoderó del festival. El cielo se fue oscureciendo cuando David Noreña, Julio Victoria, Memek y Juli Monsalve hipnotizaron con sus sonidos más electrizantes, anunciando el comienzo de una noche inolvidable. Y lo fue, realmente lo fue.


Mientras se dibujaban las primeras estrellas y la luna se imponía en el cielo, la estadounidense de fundamentos houseros, Kim Ann Foxman, y el enérgico del techno español, Regal, pusieron a todos a bailar con los ojos cerrados, la primera seduciendo movimientos mansos y el segundo con ritmos más agresivos. Ya entrada la noche los suspiros melódicos se fueron transformando en gritos frenéticos, el holandés Delta Funktionen, el veterano connacional Sónico, el prodigio Dax J, el japonés Wata Igarashi y las cabezas del sello Innervisions, Dixon y Âme, se apoderaron de nuestro inconsciente.

El éxtasis del festival tuvo su punto más alto cuando del cielo empezaron a descender gotas de agua. De la nada, una lluvia incesante se apoderó de la oscuridad del desierto. Miles de almas nos convertimos en una sola, bailamos al compás de cada decibel, gritamos con cada track y, con la ropa empapada, el agua sobre el cuerpo y el sudor en la frente, liberamos una energía mística que se esparció en forma de euforia por el cuerpo de cada uno de nosotros.

Todo parecía una ilusión. El reloj pronto marcó las 6 y Lee Foss y Adriana López dieron cierre al festival.

Esto ya fue hace dos semana y los pies aún lo recuerdan, las picaduras de mosquitos siguen sanando y tampoco hemos terminado de asimilar todo lo que pasó ese fin de semana. Pero ya queremos que sea 2019. El Festival Tatacoa se ha convertido en un evento desafiante para celebrar en el desierto junto a los mejores sonidos underground. Es una parada obligada para todo amante de la electrónica. Esperemos qué sorpresas nos trae el próximo año. Hasta entonces, seguiremos disfrutando del crecimiento progresivo de este género, el cual, poco a poco, consolida a Colombia como uno de los países predilectos para los amantes del techno y el house.



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